Una uva que ya es Patrimonio Cultural de la Argentina

Torrontés, fresca y aromática como pocas uvas. Se dio por primera vez en Mendoza, pasó a San Juan y finalmente encontró su actual característica y denominación en La Rioja para convertirse en la única uva criolla originada en América.

Hoy, en Salta, lo mejor del Torrontés. Al principio de la historia, allá por el 1600, algunos creyeron que esta cepa de uva blanca había ingresado a América por el puerto de Lima en Perú, luego pasando por Chile y atravesando montañas hasta las viñas de Mendoza. Historiadores y ampelógrafos no encontraron ningún registro. Claro, nunca existió. Fueron necesarios muchos años de investigación para terminar de definir la verdadera identidad del Torrontés.

El torrontés comenzó a tener existencia posiblemente entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. Durante más o menos unos 150 años, la nueva cepa –heredera directa del moscatel de Alejandría y de la Criolla chica- fue haciéndose lugar mezclada entre viñas y parrales cuyanos. Tomó vida en silencio pero poco a poco, los viticultores comenzaron a advertir que esa uva era diferente a las demás.

No la conocían, no era parecida a las uvas criollas y tampoco a las francesas, alguno que sabía le encontró parecido al torrontés de La Rioja española y entonces a partir de de 1860 comenzaron a llamarla así: torrontés.
Para complicar la novela de esta aromática cepa, en paralelo se dio la evolución de otras tres variantes: torrontés riojano (llamado malvasía en San Juan y moscato d’Asti en Mendoza), el torrontés sanjuanino (moscatel de Austria en Chile, moscatel Romano en Mendoza) y el torrontés mendocino (chichera, palet, loca blanca en Río Negro).

Finalmente, de las tres variantes de torrontés (mendocino, sanjuanino y riojano), la que pasó a la historia es el torrontés riojano, por su alto valor enológico y comercial que ha logrado un notable reconocimiento en el mercado, constituyéndose hoy en la segunda exportación de vinos blancos de Argentina. Representa el 4% de la superficie vitivinícola argentina, con unas 7.700 hs registradas en 2019, según el INV.

Mendoza es la provincia con mayor superficie de esta variedad: 3.474 ha, seguida por La Rioja (poco más de 2.000), Salta (unas 915), San Juan (816), Catamarca (casi 350 hectáreas). También hay pequeños viñedos de torrontés en la Patagonia: 76 ha en Río Negro y 12 ha en Neuquén.

El año pasado, los principales destinos para la exportación de vinos argentinos de torrontés fueron: Estados Unidos, Reino Unido, Brasil, Canadá, Rusia, Suecia, Dinamarca y Japón. Al igual que en su origen en las viñas cuyanas, el Torrontés también se va haciendo lugar en la preferencia de los consumidores, desde 2010 a 2019 creció 15 % en sus despachos.

Actualidad: lo mejor del torrontés, en Salta

“El trabajo de la viticultura es complejo, la historia del torrontés es el mejor ejemplo. Una linda novela donde concurren aspectos naturales y, por supuesto, culturales como los que aporta la mano del hombre. Es claro, por un lado está la planta, con sus características específicas que le da el terruño, y por el otro, el trabajo cultural que los hombres practicamos día a día, año a año” explica Alejandro Pepa, un mendocino afincado en Salta que actualmente es enólogo de Bodega el Esteco.

“Nuestro trabajo es la continuidad del realizado por los conquistadores españoles que trajeron la vid a América, de los jesuitas que cultivaron la uva Italia y la mano de los viticultores argentinos y chilenos que contribuyeron al proceso natural y cultural que hizo posible el nacimiento del torrontés, única cepa criolla de alto valor enológico y actual variedad emblemática de los vinos blancos argentinos” explica el orgulloso Claudio Maza, oriundo de Phillips, Mendoza, enólogo del Mejor Torrontés de la Argentina que se produce en las viñas de la bodega salteña El Esteco.
FUENTE MDZ

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